Enio Iommi sondea la autonomía de la línea en el espacio
combinando material industrial con estructuras concretas. En esta escultura se
vale de varilla de acero para trazar dos líneas contrapuestas, una que
suavemente se dobla y tuerce en tres lazos abiertos y otra que mantiene
configuración más rectilínea. Al caminar en torno a la obra, el espectador percibe
el cambio constante en la interacción de estos elementos mediante multiples formas
virtuales generadoras de ángulos y perspectivas.