The challenge for Cuban artists has long been to find a way to portray life candidly and critically without triggering the attention of censors. For Eduardo Muñoz Ordoqui, this process began with trips to Havana’s zoo, where he photographed visitors, employees, caged animals, and even the adjacent slaughterhouse, where horses were killed to feed the large cats. By the 1990s, the zoo had become home  to neglected creatures enduring their confinement as best they could, a metaphor for the extreme circumstances of life in 1990s Cuba.

Retratar la vida de manera honesta y crítica sin atraer la atención de los censores, ha sido un desafío para los artistas cubanos. En el caso de Eduardo Muñoz Ordoqui, este proceso comenzó con visitas al zoológico de La Habana, donde fotografió al público, los empleados, los animales enjaulados e incluso el matadero contiguo, donde se sacrificaban caballos para alimentar a los felinos. En la década de 1990, el zoológico se había convertido en el hogar de criaturas desatendidas que apenas sobrevivían en su confina- miento; una metáfora de las extremas circunstancias de la vida en Cuba en esos años.